sábado, 18 de octubre de 2014

Normal

Estoy en el colegio, intento concentrarme en lo que el profesor explica, él mueve sus labios y explica algo de la Revolución Rusa, y no entiendo, no logro comprender ninguna de sus palabras, porque en lo único que pienso es en ser un humano común y corriente, sin tantos problemas, que pueda vivir en paz, sin estar preocupándose que tarde o temprano, la noche llega. Ahora estoy cenando con mi familia, una familia normal, se podría decir: Mi mamá rubia y regordeta, mi papá un tipo alto y morocho, con grandes ambiciones de convertirse en un abogado exitoso. La cena transcurrió normal, sin ningún hecho extraño. Me voy a dormir, pero antes observo la luna.
La luna es grande, blanca y redonda. Tan blanca que contrasta con el terrible color negro que se apodera del cielo. Es luna llena y siento mi cuerpo transformándose, siento ese tirón en los músculos, se contraen y los colmillos salen a la luz. Estaba tan bien antes, esperando ser normal, pero nunca lo seré, ya no. El pelo crece en mi cuerpo y me agacho, ya con las manos en el suelo y las rodillas, esperando el último dolor para convertirme en la bestia que soy. Aullo con todas mis fuerzas, y salgo corriendo hacia el bosque, en busca de un pobre estúpido que se convierta en mi próxima víctima. En luna llena no puedo controlarme, soy la peor bestia de todas. Y ahí lo veo, al granjero sacando la basura *lo lamento señor, yo no quería esto, de verdad* pienso y corro al ataque. Lo único que veo es el hombre ensangrentado y la luna.
Me siento en mi lugar de siempre, y me acuesto sobre el pupitre ya que mi noche de ayer fue bastante agitada, como todas las lunas llenas, no son de mi agrado. Miro a mis compañeros de clase y pienso: *ojalá ser como ellos, tan... normales* Suena el timbre y agarro mis cuadernos y salgo caminando a mi casa.
Cuando llego, mi madre me espera con la cena lista, no es agradable ir a la facultad a la noche, pero eso hacen las personas normales, y yo quiero ser una de ellas. La cena estuvo riquísima, en realidad siempre es rica, mi madre cocina excelente, como una mamá normal. Me acuesto en mi cama y como siempre, antes de dormir, observo la luna.
Camino lento y sigiloso, ya en mi postura de humano aunque todavía sintiendo el sabor de la sangre del granjero. Me siento en un árbol y me dejo llevar por mis emociones. Lloro. Lloro mucho. Lloro por rabia al que me convirtió en esto, lloro porque no tengo amigos, porque debería alejarlos para no lastimarlos, lloro principalmente porque quiero con todas mis fuerzas, ser normal. Recuesto mi cabeza en el duro tronco, mis lágrimas cesaron y intento dormirme, con la única testigo de mi llanto, la luna.
Vuelvo a mi clase habitual, rodeado de mis compañeros que no paran de gritar y a mi me estalla la cabeza, ayer no dormí bien. El profesor sigue hablando de la Revolución Rusa y si no escuché mal, hay examen la próxima semana. Un examen, algo normal, me gusta.
Llego a mi casa y hago tarea antes de cenar. Esta tarea es difícil y me parte la cabeza; justo como a un chico normal de 20 años que intenta estudiar y no le sale. La cena vuelve a transcurrir normal y eso me pone de buen humor. Ser normal es lo único que quiero. Mi madre me pide que cuelgue la ropa mojada en el patio. Le hago caso y cuelgo la ropa, adorando la hermosa vista que me otorga mi amiga, la luna.
En dos días vuelve a ser luna llena, y no estoy preparado para volver a sentir el dolor que me otorga la transformación a hombre lobo. Paseo por el bosque y me recuesto en un manto de pasto que yo mismo arme, y duermo. Sueño como hago todos los días, el mismo sueño que se repite día tras día, el sueño en donde soy un chico normal de 20 años, y una familia normal, que estudia la Revolución Rusa y desea con todas sus fuerzas, ser normal...

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